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San José, Costa Rica
Escritora. Estudiante de Cine. Profesora de Inglés.

martes, 26 de febrero de 2008

26/02/2008

Pagaron el tiquete del museo y entraron a la primera galería.
Se detuvieron a observar el cuadro que los recibió en la pared opuesta. Ella no lo entendía.
-Expresionismo.
Seguía sin entenderlo. Empezaba a sentir un cosquilleo debajo de las cuerdas vocales, las ganas de no decir nada, o el miedo, más bien. Se acercó al cuadro, quiso tocarlo; talvez la pintura se comunicaba a través del relieve. Se sentía sobrecogida, con el corazón hinchado.
Él había dejado de prestar atención a la pintura, y la veía a ella dando sus pasos cortos, inciertos. Ella sintió la atención y vaciló. Caminó hacia atrás, como queriendo borrar sus pisaditas.
-Chiva.
Dijo. Sí, eso y nada más. Adentro reprimía un suspiro.
Él sonrió resignado, y ella trató de no llorar. Extrañaba su propia retórica, el poder decir algo basándose en una corazonada; morderse la lengua y optar por el silencio había sido la costumbre de los últimos días. Y dentro de la piel, entre el músculo y la epidermis, empezaba a correr esa sangre marchita, que susurraba cosas feas.
Qué trillada. Qué detestable.
-No diga esas cosas.
No lo digo yo. Es una sensación en la piel.

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