Subimos hasta Cartago.
Por fin, y porque era día del padre, me animé a retomar la costumbre familiar de pasar el domingo dentro del carro y dar al medio día con una vista hermosa. El objetivo al inicio era, talvez, respirar otro aire, recordar caminos, olvidar tonteras, y demás. Pero en medio de la conversación sobre mis guiones y las películas de otros, caigo en cuenta que animarse a ir a Cartago es consentir a escucharse.
Pienso en vos, ¿sabés? ¿Qué habría pasado si un día, olvidándose del gasto del gas y la falta de tiempo, nos hubiéramos escapado a un clima frío, buscando una vista hermosa?
Me imagino algo simple. Así como sandwiches en el asiento de atrás, canciones sobre pecas, pájaros y barcos, botellas de tropical de té frío y buenos abrigos. Talvez nos hubiéramos encontrado frente al cráter de un volcán, y fingido ser astronautas en la luna.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario