Mesa para uno

Cosas que uno se encuentra por ahí en el disco duro, pequeñas ficciones.

Mientras ponía la mesa para uno - el individual (cabe remarcar que en este caso sí lo era), la copa para llenar con vino barato, los cubiertos torcidos -, Mercedes recordaba una imagen que seguramente se quedaría siempre con ella:
Se sentó en el sofá donde Raúl dormía. Sin nervios, aunque siempre pensó que los tendría cuando llegara el momento. Más bien estaba algo inquieta, talvez un poco suplicante. Se miraron. Ella no sabía muy bien que expresión tenía, solo que se sentía como una niña huérfana. Raúl levantó el edredón, invitándola a hacerle compañía. Y ella lo hizo, y no hubo nada más que compañía. Raúl la rodeó con su brazo, y Mercedes se hizo pequeñita. Dormitaron un poco (o eso intentaron creer; en realidad los dos estaban muy concientes de la cercanía con el otro), pero pronto se les expiró el tiempo, el momento; ya no pudieron aguantar más la respiración. Mercedes se levantó de un salto, se despidió apurada y subió las escaleras a refugiarse en sus fieles cobijas.

Dijo Raúl luego: Yo estuve enamorado de vos. Severamente.
Respondió Mercedes (expectante pero incrédula): ¿Cuándo?
La perturbó el hecho de que Raúl sabía exactamente en que momento comenzó a quererla, y en que momento dejó de hacerlo... seguramente lo tendría marcado en su calendario: "Aniversario del día en que ya no te quise."
Entonces ella dijo: Yo también estuve enamorada de vos.
Predeciblemente, Raúl le devolvió la pregunta (para él todo era un juego de niños, o algo como una mesa de ping pong) : ¿Cuándo?
Mercedes masticó un momento las palabras, se mordió un poco las uñas, le dieron ganas de orinar. Finalmente lo dijo:
Siempre.
Pero ya no.

Y puso la mesa para uno, y Raúl tuvo que pasar al auto de algún restaurante de comida rápida.

Fue como cuando se jura olvidar, y sinceramente se intenta.