Conteo para entrar al aire.
(Emoción atrapada en la traquea, transpiración excesiva, manos que tiemblan un poco, falta de confianza en uno mismo, tambaleos... acaba pronto, en 3, 2, 1, y se hace, porque se hace, y si no se hace, pues es uno es el que se caga en todo.)
Conteo bajo de serotonina.
(Lo cuenta un doctor, lo dice con sutileza, y con cara de circunstancia. Eufemismo que intenta explicar porque el cuerpo está débil, la mente cansada, y el pecho apretado. Después, a contar pastillas, y tratar de explicarle al mundo que no es que estoy triste... eso sería otra historia.)
Conteo de las monedas para el bus.
(Cuando alcanzan uno apenas se alegra: está acostumbrado. Cuando no entonces es trágico, más si se ha hecho de noche, y claro está que aquí nadie confía en la noche, menos en una ciudad alumbrada por neón verde.)
Conteo de las veces que terminaste
y volvimos a aplanchar las sábanas.
(También cuento los gemidos; los segundos que te quedás con cara de tonto. Me encantaría poder contar cuantas cabecitas de cromosomas me quedan en las manos.)
Conteo de las calorías ingeridas,
y más tarde de las expulsadas.
(Esto me lo dijo la tele, seguramente. Aunque no la culpo sólo a ella, sino también al mal hábito mío de creerle.)
Conteo de las horas de sol que aprovecho,
o las de sueño que se me escapan.
(A veces uno se despierta y de repente es de noche. A veces uno no se duerme, y de repente es de día.)
Conteo de las veces que te he hecho el amor.
(Es lindo el hecho que de esto he perdido la cuenta.)
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1 comentario:
como dije antes, me gusto.
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