Es de lamentarse.
Se acerca el día
en el que mi estomago
(que ha comenzado ya
a enviar señales de humo)
sucumbirá al pulsar enfermo
de mi mente en fragmentos.
Sordo a mis ruegos empedernidos
y mis promesas
(mis mentiras)
se paralizará en el espacio-tiempo
del descuido.
Y yo estaré a la merced
de un monstruo hueco y resentido,
ansioso por cobrar venganza.
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