Cafetería

Éste sí es suyo. Un miercoles de lluvia y de no ir a clases.

Es muy raro.
Es casi como si no escuchara el sonido ensordecedor de cubiertos que nos rodea.
Ah. No me había dado cuenta.
Tiene razón, ¡que escándalo bélico!

Sin embargo, ¿ve esto?
Es una burbuja, me pregunto si los pobres diablos saben.
¿De quiénes habla?
De ellos, el resto, que nos ve con envidia. Nuestra conversación dispensa de ellos.

¿Tomamos café/té más seguido?
De repente usted es más que platónico, mire, puedo tocarlo.
Su pañuelo azul sirve para confirmarlo.
Y se ha convertido en una especie de confidente.
Esta mesa es de plástico, no había caído en cuenta
Justo ahora recuesto mi barbilla para verlo de cerca.
Primer plano de usted, muchacho guapo.
Hoy no tengo nada que regalarle.
Está bien. Basta con que toque tierra
(Y se haga corpóreo.)

Si tiene impulsos guardelos aquí un ratito, en unos días habrán crecido.
No sé si serán más peligrosos entonces, pero talvez serán convenientes.

Ya le dije, mi mente vaga por otros rumbos, especialmente hoy.
Los adioses nunca son fáciles
(pero usted hace de este un tanto menos fatal.)

Ya casi es hora de su bus.
Vamos afuera, ya no llueve.
¿Tomamos té/café más seguido?
Ya dirá el tiempo, por ahora sonría.
O grite. O llore. Lo entiendo.
Es indudablemente triste estallar la burbuja.

¿Nos envidiarán todavía los pobres diablos?
La gente que pasa y nos observa: puños cerrados, labios a pocos centímetros, yo de puntillas, usted encorvado.

Creo que le dimos sentido a la fama de este lugar, ¿sabe?