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San José, Costa Rica
Escritora. Estudiante de Cine. Profesora de Inglés.

lunes, 27 de agosto de 2007

Final tácito del pronombre 'nos'

Otro cuento, este más pequeño aún. También es triste, como todos los puntos finales.
El original no tiene dedicatoria, pero supongo que podría dedicármelo a mí misma, al pronombre yo.


Final tácito del pronombre 'nos'

Margarita miraba el suelo, Federico encendía un cigarro.
- Y vos, ¿por qué fumás tanto?
Era un pregunta retórica. Margarita esperaba una mueca por respuesta, o tal vez, con suerte, una monosílaba.
- Y vos, ¿por qué ves tanto el suelo?
Ingenioso. El tono de la pregunta la sacó del terreno conocido en el que vagaba y la hizo levantar los ojos, no pudiendo esconder su asombro.


Fumaba Federico. Había talvez algo de arrogancia en la manera que expulsaba el humo, pero, aparte de eso, tenía la cara igual de vacía e ilegible, los labios de la misma forma y la misma maldita distancia entre los ojos. Seguís siendo vos, cabrón.
Margarita suprimió un suspiro. La había engañado. Su pregunta, aunque parecía ser el principio de un cambio, aunque parecía abrir el paso para seguirse un juego infantil que rompiera algún esquema, dio paso a la nada de siempre.


Continuaba Federico, como hacía a menudo, con sus grandes esfuerzos para ser un desprendido: abría y cerraba la boca sin elegancia alguna, con desgano. Margarita sintió su estomago revolverse con una gran arcada. Le daba asco saber que todo era un acto... que la persona a su lado actuaba, y siempre lo había hecho.
Talvez por eso miraba el suelo.
Sin embargo, no usó palabras para responder a su pregunta. Apretó los dientes y deseó no haberlo conocido. Se sumergió en un tremendo desamor que le duró unos minutos.


Simulaba una máquina, Federico. Alejaba y acercaba el cigarrillo a sus labios; inhalaba, exhalaba. Un robot, programado, sin carne suave, ni cualidades humanas... que asco me das.
Finalmente, sin ninguna técnica, apagó el cigarro en el borde de la banca de cemento.
Suprimiendo otro suspiro, Margarita se esforzó por obviar su molesta presencia. Le reprochaba en silencio esa falta de poesía con la que vivía, la banalidad de la cual se rodeaba.
Él, por supuesto, en su insignificancia, no tenía la menor idea de que estaba pasando, así que, como por inercia, por mantener su cuerpo ocupado y despistarse de las vibraciones enojadas que emanaba su compañera de banca, encendió otro cigarrillo. Vulgar.
Margarita, sumida en repulsión y sin poder explicarlo, se dio cuenta de que, de repente, lo odiaba.

Federico fumaba, Margarita miraba el suelo, y la gente a su alrededor cruzaba el parque sin detenerse a observarlos. Sin saber que esa banca acababa de presenciar la muerte de algo, y sin molestarse si quiera por planear un velorio.

1 comentario:

Nati Jaguar dijo...
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