A Don Mario

Unos días antes de que usted muriera, visité su ciudad.
Unos años después de leer su cuento Miss Amnesia.
Luego de haber recitado Corazón Coraza muchas veces (y a más de una persona, debo admitir).
Yo caminé sus calles (porque algunas sí parecen suyas) como si ya las conociera. Usted me había contado sobre ellas, porque leer sobre su exilio fue aprenderse su ciudad.
Todo tan lindo, Don Mario, todo como usted decía que era. Lo feo y lo más feo; lo bello y lo más bello.
Usted enfermo, en alguna de esas casas, detrás de alguna de esas ventanas.
Yo con mi mapa de turismo, crucé el muro que dice en letras grandes: “detrás de aquí hay un país.”

Y hubo algo del país que había detrás de ese muro, que me hizo querer llorar. ¿Será que usted ya se iba? Por eso la quietud, la expectativa, la gente aguantando la respiración.
¿Cómo será volver, y saber vacía esa ventana, entre todas las ventanas?