Usted es bien raro. Maldición. Explíqueme al menos.
Ella vuelve a ver sus pies, están torcidos. Los endereza rápido. Esa manía se le tiene que quitar, y más le vale que pronto; la hace sentirse como un bicho raro.
Y él nada. Y ella no lo entiende, obvio, ¿quién podría?
Ya ni me hacés feliz.
Mentira. Ambos lo saben, pero él se hace el ofendido y ella la orgullosa.
Así, él saca la mano para ver si acaso este taxi sí les para, por que llueve a cántaros y no hay nada más incómodo que compartir una sombrilla en donde sólo cabe la falta de sincronización.
¿Y me decís esto ahora, en media ciudad?
¿Cuándo más? Igual, daría lo mismo. ¿No?
Las lágrimas se han estado acumulando, y por dicha llueve y así tienen el chance de confundirse con gotas. Al menos eso es lo que ella quisiera creer. A él no lo engañan, y se siente de pronto mal, pesado, grosero. Pero no dice nada, porque claro, nunca dice nada y eso tiene que quedarse así.
Finales aparentemente simples. De repente un binomio es un nomio, y dos nomios; separados; solos; compartiendo casi absurdamente una sombrilla de rombos. ¿Y si nos vamos de aquí?
Dale, ¿pero adónde? ¿No deberíamos más bien poder solucionar las cosas sin escapar?
Eso de los dogmas, muchacha, no me convence.
Y él tan dogmático, y ni se da cuenta, pobre.
Ya sé lo que está pensando. Pero le dije mis razones. Difícil confiar en un Ello.
¿Ve lo que digo? Que dicha que usted no estudia psicología. No nos hubieramos enamorado nunca.
Tu superyó puede irse al carajo.
Volvió al 'vos' de pronto sin darse cuenta. Mirada al suelo.
Los carros pasan: único indicio de que el mundo no se ha detenido, y puta, los pies torcidos otra vez. ¡Serás necia!
Él y su brazo alrededor de ella y sus hombros.
Un pedazo menos de usted en mí, supongo.
El taxi para. Usted primero. Yo tomo el próximo.
Bien. Nos veremos. A menos de que quiera venir conmigo.
Él lo considera, pero como nunca dice nada, entonces calla. Es casi como el indio de ese cuento que leyó en el colegio. El pensamiento lo atormenta: dejarla ir.
Y yo no le hice nada malo.
Entonces, ¿se sube conmigo?
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3 comentarios:
Sí; pero en caso contrario hubiera corrido a coger bus, no el taxi siguiente.
Ella no sabe bien qué es lo que él dice, tampoco sabe cómo reaccionar a sus pocos estímulos. Sí sabe que no puede hacerlo con base en lo que él expresa; porque él no suele reaccionar físicamente. Nunca. Es terco e insípido como el indio de la lectura obligatoria que ya ella recordó.
Van en el taxi y él piensa en él, en ella, el otro, los otros, su familia, la de ella, dos amigos; y a pesar de tanta porquería en su mente, tanta tensión con ella, y que tan poquito provoque tanto; él se da cuenta que este es uno de sus momentos favoritos en la vida y que tener una cámara en mano no sería –para nada- incómodo o inapropiado. No aguanta más y finalmente sonríe. Ella está atenta; entonces lo ve y …
(Perdón por basurear su historia)
El sonríe. Ella lo ve. De repente la invade un miedo extraño. Mirada hacia la ventana, y el mundo afuera que se mueve rápido. (En realidad son ellos, después andan sintiendo naúseas y culpando al mundo.)
Típico.
Un movimiento en falso, la mención de un nombre, cualquier intento de remover esa espina que los jode... Uy. Escalofríos: no quiere pensar qué posible estado de criogenia podrían desatar en él sus comentarios inevitablemente trillados. Mejor verse los pies, torcidos y todo.
Si usted supiera como me confunde.
Entonces resuelve vigilar con recelo esa sonrisa. Le calcula un tiempo vital de dos o tres minutos. Ya ahorita se disipa.
Bajan del taxi, y lo curioso es que la sonrisa es aún más grande. Parece que en efecto sí, él está feliz -podrá ser, y se le habrá pasado el enojo, y que estará pensando, y será que acto seguido dice algo-
Ante la impaciencia, ella habla primero.
Que acertijo resultaste ser.
El la mira a ella, ella saca las llaves pero no abre la puerta, y la puerta cerrada como aguantando la respiración.
Tu Ello es lindo; tiene algo tuyo.
Tu superyó me gusta; traélo de vuelta del carajo.
Que más importa, si hacemos un bonito "nosotros".
Interesante par cuando recuerda que es ése el pronombre que importa.
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